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Desde mi ventana

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Desde mi ventana

Últimamente despierto cuando los rayos del sol no han entrado por mi ventana para acariciar mis sábanas.  Me levanto y mi corazón ya está impaciente oprimiendo mi pecho, me obliga a respirar profundo, suspirando mientras sigilosamente me acerco a la ventana.  Deseo ver a través de ella, más que un deseo, se ha vuelto una necesidad.

Es temprano, en realidad muy temprano, aún está oscuro, pero tú, ya estás ahí.  Respiras profundo, como quien se llena de energía, aspirando el perfume de la vida, mientras yo cierro mis ojos y respiro profundo también, deseando estar a tu lado, poder escuchar el ritmo de tu respiración.  

Toco el vidrio de mi ventana, se siente frío al contacto con mi mano, me esfuerzo por pensar que estoy tocando tu pecho, moviéndonos, sincronizados entre cada inhalación y exhalación.  

Te colocas tus audífonos, no sé qué música escuchas, pero imagino que te motiva a iniciar el día, inyectando de energía tu cuerpo, tu mente.  Mientras desde mi ventana, eres tú quien provoca todo en mí. Me aceleras el corazón y haces correr la adrenalina por cada una de mis venas.

Levantas tus manos al cielo, estirando tu cuerpo, como quien aún desea alcanzar una de las estrellas, que tímidamente siguen en el firmamento. Y yo, deseo no parpadear, no quiero perder segundos para admirar tus brazos, robustos, fornidos. Suspiro nuevamente, tu pecho se ensancha aún más, al aguantar la respiración, y poco a poco sueltas el aire, controlado en un compás perfecto entre tu cuerpo y tu respiración. 

Tu camisa que livianamente protege tu cuerpo, amoldada a la forma de tu pecho, de tu abdomen, y que, al darte vuelta, deja apreciar el canal que recorre tu espalda, desde tu cuello hasta tus glúteos, que firmemente están ahí, yo sin parpadear, veo como giras nuevamente. Respiras y se percibe ese movimiento suave, controlado, mi mano sigue pegada a la ventana, trato de conectar el ritmo de mi respiración a la tuya, sincronizar el movimiento, como si bailando no quedará espacio entre nuestros cuerpos.

Usas tu pantaloneta gris, la de la franja naranja, y que llega hasta tus muslos, los cuales también calientas, con un par de flexiones, que dejan en mi mente, la imagen de fuerza.  Tus piernas han comenzado a moverse, alejándote de mi vista, tan rápido como el ritmo al que corres cada mañana. 

¡Por favor no! Con un suspiro débil es lo que digo, no te alejes, por favor, no lo hagas.   Pero no me escuchas, no estoy tan cerca. 

Es tu momento, si, tu momento de estar contigo, y ahora es el mío, mi momento de soñar contigo antes de que termine de amanecer.  Los rayos del sol aún no atraviesen mi ventana. Quiero soñar contigo.  ¡No puedo soñar! Mi esposo me abraza, recordándome que no debo pensar más en ti.

 

 

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